miércoles, 5 de noviembre de 2008

El Libro de los Consejos Sabios

Teodosio escribio una vez un libro de consejos sabios. El libro tenia la propiedad de indicarle a las personas lo que necesitaban saber para resolver sus problemas. Era pequeño, con tapas de cuero negro y unas cuantas hojas de papel biblia con el borde dorado. Un libro de consejos no necesita ser un mamotreto monsturoso como un compendio o una enciclopedia, no señor, necesita solo unas pocas hojas, pues quien lo lee necesita llegar a lo importante con rapidez. En realidad el libro solo tenia cuatro hojas importantes: la hoja donde se explicaba el funcinamiento del libro, la hoja en la que se hacian las preguntas, el indice donde indicaba la la hoja de la respuesta, y por su puesto la hoja de la respuesta.

El libro debe usarse de forma correcta, no es apropiado leer los consejos que no se necesitan puesto que entonces no serian sabios.

Teodosio conservo el libro por varios años, un par de decadas en realidad. Cuando el libro comenzo a aconsejarle lo mismo cada vez decidio regalarlo. El destinatario fue un principe quien gracias al libro goberno muchos años y su pueblo lo amo como a un verdadero padre. El principe lo dio en dote antes de morir a un capitan quien deposaba a su bisnieta. Se trataba de un hombre torpe, ambicioso y de pocas habilidades, pero del cual su bisnieta estaba prufundamente enamorada. El regalo fue de mucha ayuda, siguiendo los consejos logro llevar una buena vida. Asi el libro fue pasando de persona en persona, por años y años y años hasta que un dia desaparecio.

Hace pocos años, en Recoleta, hubo un remate de una vieja casona cuya dueña, la Sra. Adriana Ross, habia fallecido dejando algun patrimonio del que sus hijos prefirieron convertirlo en activos, como se llama ahora a vernder lo que tienes por cuatro chauchas. Casi al final de la subasta aparecio un hombre pequeño, muy delgado y calvo. Vestia un traje a la usansa de los años veinte con todo y sombrero, llevaba un baston con empuñadura de plata y un monoculo que lo hacia parecer muy ridiculo ante la mirada de los actuales. Pidio a los deudos poder revisar las cosas que aun no se habian subastado, en particular pregunto si la señora habia dejado algun tesoro. Los deudos sonrieron con gracia y le explicaron al hombrecillo que todo lo de valor habia sido vendido ya. "Es lamentable, lamentable, sinembargo qusiera ver si algo de valor queda" comento el hombrecillo, cosa que le fue concedida sin mas.

Tras casi una hora, hallo un pequeño cajon lleno de papeles, cuadernos y unas libretas. Entonces aprecio un brillo purpura y algunos dejos verdosos. Supo de inmediato que lo habia hallado, era un librito pequeño, un tanto desvencijado, con tapas de cuero negro y que contenia una hoja en cirilico y el resto en blanco. Caja en mano, se dirigio a quien habia fungido de martillero y pregunto cuando se subastaba aquello, obteniendo por respuesta solo unas risitas burlonas y una explicacion que el parecio absurda. El precio era ridiculo, veintemil pesos por la caja completa, habrase visto tal desfachatez, pero ante la actitud indiferente de los actuales dueños prefirio pagar indignado y retirarse de alli al instante. Cuando ya se iba uno de los deudos pregunto su nombre a lo que el elegantemente respondio : "Eduardo T. Choro".

Eduardo ya se habia ido cuando el mas joven de los deudos comentos:"es increible como la gente se aferra las hueas viejas y esta dispuesta a pagar por una cajita con papeles que en realidad no vale nada.

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